Por Francisco Santos Muñoz.
Me piden que escriba un cuento de terror
¡De los hombres al más horrorizado!
A mí, aún no muerto, pero cansado
Tal vez si lo cuento cometa un error...
Puede que en vez de aleccionar, incite
Con esta narración de mis tormentos
A que algún pobre incauto, por momentos
Sea tentado a repetir mi envite...
¡Me arrebataron a mi prometida!
Exangüe la apartaron de mis brazos
Pretendieron romer sagrados lazos
Que unían ya mi vida con su vida
Dijeron "funesta suerte, enfermedad
Destino aciago, maldición, castigo
Feroz golpe de feroz enemigo"
Contesté "es todo mentira, vil crueldad"
Pero la espesa negrura me absorbió
De visiones horrendas prisionero
Desperté aterido el día tercero
"¿Ha sido todo un mal sueño o ella murió?"
Mi amigo, guardián de mi largo sueño
Tomó mi mano sin decir palabra
Guiome a través de noche macabra
Señaló una lápida y frunció el ceño
Yo caí de rodillas en la tierra
Ay, funesto nombre inscripto en la piedra
Mas la locura en un segundo medra
Fingí ser aquel que a razón se aferra...
No tardé en deshacerme de mi amigo
Aludí a Dios, al destino, a la suerte
"Aprenderé -dije- a aceptar la muerte"
¡Satán fue de mi artería testigo!
Pero cuando por fin quedeme solo
Con desnudas manos empecé a excavar
De esa tumba la tenía que salvar
"¿Muerta? Nunca, inadmisible ese dolo"
Despejé de tierra la sepultura
Sin importar cansancio, con presteza
Destapé la caja en pos de belleza
Y solo encontré dolor y amargura
La habían enterrado boca abajo
Con gruesas cuerdas sus manos atadas
Sus piernas fuertemente encadenadas
El cuello envuelto en una ristra de ajo
Debió dejar de latir mi corazón
Noté un grito formarse en mi garganta
Solo el recordarlo ahora me espanta
Dispúseme a girarla, di un tropezón
Sus ojos se abrieron abominables
Empezó a forcejear con sus trabas
¿Oh terrible maldición, nunca acabas?
Se atragantó en gruñidos deleznables
No sé aún si por suerte o por desgracia
Un ladrillo le cerraba la boca
Todavía el tremendo instante choca
Con mi razón, que insiste en que es falacia
De nuevo me llevó negrura espesa
Otra vez tormentosas pesadillas
Desperté y negué tales maravillas
Ella nunca fue, ¡no! una vampiresa.