El trámite

Por Giovanni Sandoval.




Don Anselmo se levantó tarde. Como todos los días. Era viudo hace 15 años y cumplía 70 años en unos meses. Su rutina era básica, levantarse a las 10 de la mañana, bañarse, afeitarse, cortarse los pelos largos de las cejas, oídos y fosas nasales. Loción, desodorante y perfume. Se vestía elegante y sobrio, hace años usaba zapatillas cómodas y su reloj Casio Iluminator que no lo dejaba nunca. Desayunaba bien, estiraba su cama y salía a botar la basura. Y como cada día se dirigía caminando lentamente a la oficina de trámites burocráticos gubernamentales.
   Ese lunes 02 de enero era un día perfecto. Para el vigilante Luis Armando Sepúlveda Briones su trabajo era su motor. Llevaba 10 años trabajando en la oficina de trámites burocráticos gubernamentales o el OTRABURG. Cada mañana, Luis Sepúlveda llegaba feliz a su trabajo, llegaba dispuesto a la atención al cliente. A contestar dudas y agilizar cada tramite de la sucursal. Cada mañana revisaba el aseo de los baños y la sala de espera, revisaba las salidas de escape, los extintores, el reloj y la máquina de tickets de espera.
   A las 08:30 abría la puerta de servicio para que entraran el personal de caja y cubículos estatales. La señora Ivonne Gómez de caja bancaria nacional y la señorita Paloma Buendía la encargada del habitáculo de tramites gubernamentales. La señora Ivonne Gómez era una dama de 55 años con sobrepeso y una actitud negativa a todo lo que fuera acceder a un pago. Su premisa era negarse a todo, dilatar, poner problemas, pedir papeles o dar excusas. Si formación como ejecutiva de tramites bancarios era clara. La gente debería caminar. Sacar fotocopias, sacar firmas notariales, certificados o solo dilatar. No se puede, no está el jefe, vuelva mañana, el artículo X del manual de operaciones gubernamentales lo prohíbe. Por último y lo siempre bien ponderado: "se cayó el sistema ".
   La idea se centraba en que el o la solicitante saliera de su zona cómoda e hiciera vida civil. Caminara por el centro y sacara certificados y fotocopias y pasara a mirar vitrinas en el centro. Se tomara un café, se comprara algo para comer y caminara. Hiciera ejercicio. También servía para molestar al hijo u/o sobrino más avezado en informática y le pidiera ayuda y así poder cenar con la familia y hacer vida familiar. Es un tema latoso y burocrático; pero servía al objetivo.
   La señorita Paloma Buendía era una muchacha de 25 años y muy bonita. Ella estaba encargada de sonreír y negarse. Siempre con su sonrisa ella se negaba. Uy, no se puede, vuelva el lunes que está el jefe y de inmediato lo tramito, uy. Ese trámite lo tiene que hacer en la oficina de San Clemente y no tengo red con esa sucursal. Uy. Lo siento, se acaba de caer el sistema o todo este trámite lo puede hacer por internet y lo envía a mi correo laboral y yo lo reviso cada tarde según la gente que haya venido.
   Luis Sepúlveda llegaba 8 años trabajando de seguridad en esa sucursal. Recibía a los tramitan tés con una gran sonrisa y les sacaba el tickets de espera y los orientaba a donde dirigirse para apurar el trámite.
   — Buenos días—. Decía el vigilante sonriendo.
   —Buenos días—. Respondía el tramitante.
   —¿A que tramite viene?—. Preguntaba el vigilante.
  —Vengo a renovar el documento para poder hacer el trámite para que me paguen la pensión de mi esposa. ¿Qué documentos necesito?
   Luis Sepúlveda les respondía. Mire, con este número lo van a llamar, cuando lo llamen usted dice que viene por el formulario C33 y luego me pide otro número mientras usted lo rellena y cuando lo vuelvan a llamar, usted entrega el formulario con copia y adjunta la fotocopia de su cédula de identidad y la fotocopia de la cédula de su esposa fallecida, además del certificado de defunción, los certificados de matrimonio, nacimiento de sus hijos, poder notarial firmado y timbrado por el abogado de turno que cobra 5 mil pesos por cada firma. Todos los documentos con fotocopia y con su firma autenticada por ambos lados y por último y no menos importante. Su certificado de antecedentes criminales y su certificado de nacimiento.
   A lo que él o la tramitante quedaban en shock ante tanta papelería y antes que dijeran algo. El vigilante les decía: ahora lo puede hacer por internet en la página de la oficina de tramites gubernamentales www. Tramitesburocraticos@gobierno.com y luego traer los documentos en persona para acelerar los plazos.
   —¿Pero para que hacerlo por Internet y en persona?
   —Es un tema gubernamental. Mucha gente suplanta a otros para cobrar seguros y cosas así.
   Para Luis Sepúlveda era un agrado ayudar a las personas en sus trámites.
   Juan Pedro Fernández conversaba con su amigo Pepe. Vengo de la oficina de recursos humanos, fui a pedir días de mis vacaciones.
   —¿En serio? ¿Para qué? ¿Qué problema tienes?
   —Nada. Pedí dos semanas de mis vacaciones. Necesito hacer un trámite.
   —Mmm... ojalá con dos semanas te alcance. ¿Y que tramite necesitas hacer?
   —Ese trámite para renovar mi registro de identidad.
   —Uy. Debes ir el lunes temprano para que te citen en una semana más.
   —Así es. Ese trámite es un parto. -
   —Un parto compadre. -
   La señora Ivonne estaba aplastada en su silla giratoria. Era gorda y mofletuda, se escondía tras kilos de estuco de maquillaje para tapar sus arrugas y piel sobrante. Largas y exuberantes pestañas postizas, colores vintage en sus párpados, tintura roja para tapar las canas, labial rojo intenso para crear unos labios que no tenía, lentes grandes para cubrir las patas de gallo y un rostro estoico de seriedad. Su función, era no sonreír y poner problemas. Tramitar. Cada vez que alguien llegaba a solicitar un documento. Lo negaba. Su adoctrinamiento en la escuela de ejecutivas lo dictaba. Y su vida era triste, la negación la cargaba en su pasado y presente. Ganaba buen sueldo y comía mucho chocolate y helado. Su solitaria vida negativa, oscura y culposa de ejecutiva de tramites burocráticos y financieros estatales, era una sombra oscura que la rodeaba.
   Amargada como cada día y cansada como cada día recibió al ciudadano número 100. Eran las 3 de la tarde y la oficina había cerrado y solo quedaban las personas con número. La señora Ivonne no había almorzado y las tripas le sonaban de hambre. Apretó el timbre y el marcador cambió a 00 y don Anselmo se levantó. Traía un bolsito y se sentó frente a ella. Como cada día hace 3 meses atrás. Él le sonreía como un tonto. Sus ojos brillaban ante su presencia. Su perfume, su peinado, su afeitado. Claramente se había acicalado para ella y la miró y ella giró la vista al cielo hastiada al verlo. "Este señor nuevamente" pensó.
   — Don Anselmo. Buenas tardes ¿En qué lo puedo ayudar?-
   Le dijo sin sonreír y sin un gesto en su rostro.
   —Señorita Ivonne. Quiero decirle, que usted es la estrella que ilumina mi solitario mundo, mi corazón late de forma hermosa al pensar en usted, su encanto y dulzura han llenado mi vida. No tengo ojos para nadie ni quiero a nadie más en mi vida. Solo le pido una oportunidad para salir e ir al cine...
   (No me gustan las películas.)
   —O tomar un café...
   (Me hace mal el café.)
   —Quizás caminar por el parque.
   (No tengo tiempo.)
   —Y quizás poder conocernos más y me dé la oportunidad de ser mi novia y ser mi compañera de esta vida que me queda.
   Y de la bolsita saca un estuche y lo abre ante ella. Era un brillante anillo de compromiso.
   El anillo brilló ante los ojos de la señorita Ivonne.
   Paloma que estaba en el cubículo de al lado quedó de una pieza e impresionada ante la más hermosa declaración de amor de un hombre a una mujer. Emocionada se secaba las lágrimas.
   Luis Sepúlveda solo pudo aplaudir ante el acto heroico de ese valiente hombre que sin máscaras pide amor sano y limpio a una dama.
   Más la señorita Ivonne Gómez lo mira y sin hacer un gesto en su cara y con dos tristes lagrimas corriendo por sus mejillas le dice...
   —No se puede.
   —Lo lamento.
   —Vuelva el lunes…