Por Francisco Santos Muñoz.
Celebré una reunión en mi cerebro
A la que asistieron muchos señores
Y aunque cantaban endechas y loores
Sabía yo que era falso el requiebro...
Había visto que iban disfrazados
Y no era tiempo de carnestolendas
Que las máscaras esconden pecados
Es sabido... Y dije estas reprimendas:
¿Por qué traéis disfraces, malditos
Quién se esconde bajo las hopalandas
No serás tú, Jehová, quien por aquí andas?
Señalé a uno que hablaba sobre ritos
Todos me miraron al unísono
Con igual movimiento, repetido
Se desenmascararon. Cual bramido
De sus bocas salió un grito horrísono
Qué turbación terrible y tan aciaga
Fue ver, idénticas, todas sus caras
Y ya no me desprendo, haga lo que haga
De esta visión funesta. Si mataras
Me propuse, uno a uno a estos infames
¿No quedaría tu alma condenada?
¡Buda, aunque en mí tus consejos derrames
Cualquier acción será desacertada!
Porque esa cara que se repetía
Dura, fría, no era otra que la mía.