La plaga

 Por Giovanni Sandoval.



El comandante Spencer mandó a una reunión a su tripulación.
Los 7 miembros de la tripulación llegaron vestidos con overoles blancos cubiertos hasta la cabeza, cubreboca, guantes y cubrebotas. Se sentaron manteniendo la distancia en la mesa redonda. Todos en silencio, todos expectantes. Sus ojos y cejas. Lo único que se veía de su cuerpo. No dejaban de moverse.
   Llevaban 200 días de confinamiento en Ese búnker apartado de la capital. Ése búnker propiedad del comandante Spencer que lo había construido en el mínimo de tiempo, asentado en las faldas de la cordillera de los Andes, cincuenta metros cuadrados de concreto seguro y bajo tierra. Después de su llegada de Estados Unidos. Allí se enteró de la plaga y su forma de atacar al sistema neuronal e inmunológico del ser humano. Lo volvía una bestia salvaje y lo enajenaba de su realidad inmediata. Comer carne humana lo calmaba. Por eso el encierro, por eso las medidas de precaución, por eso las reglas y la disciplina. El virus de la plaga podía entrar por cualquier espacio expuesto y pegarse al cuerpo. Nadie estaba a salvo.
   Nada era 100 por ciento seguro.
   Lo mejor era mantenerse aislado hasta que todo pasara.
  El comandante Spencer estaba preocupado. Se podía ver en la forma que fijaba la vista. Su vista colorada de tanto leer informes.
   "Estimados amigos y colegas. No les voy a mentir, la plaga ha contaminado la tierra, los gobiernos han estado estudiando varias formas para erradicar este poderoso virus. Pero no han tenido éxito. El virus muta, cambia sin lograr encontrar su forma básica. Por eso debemos mantener riguroso aislamiento. No tener contacto con el exterior. Apegarse a las normas internacionales de BIO cuidados.
Llevamos 200 días aislados y desconectados del exterior. Además la señal de wi fi está pésima y cada siete días que pasa el satélite por esta zona logra entrar alguna información desde el gobierno.
   Los no infectados deben mantenerse en grupo. No pueden salir mas de 50 metros. Cualquiera que salga de sus limites primero se pregunta y después se dispara.
   La idea es no salir hasta controlar esta plaga.
  El gobierno nos envía mensual un dron con mercadería para la subsistencia. Pero la carne se ha acabado. Y el gran maestro dice que somos su cuerpo, energía, su amor y su carne. Nuestra carne es el don divino que nos regaló.
   ¡Amén maestro! Dijeron los de la mesa. Las siete personas vestidas con overoles químicos blancos. Con capuchón y cubrebocas. Guantes de látex y botas blancas.
   El comandante Spencer continuó hablando. La situación es critica. Preocupante. Pero sabremos salir adelante. Si somos leales a la causa de una humanidad mejor. Mas preparada. Mas consecuente y empática. Hemos criogenizados nuestros genes para que nuestro esfuerzo no perezca. Afuera los polos se han visto afectados por el virus. Afuera hay un largo invierno. Las comunicaciones cortadas. Satélites caídos. Sin señal de los lideres...
   Nos ha tocado la misión de elegir entre nosotros. Como en todos los otros refugios o bunkers del mundo. ¡¡Debemos ser fuertes hermanos!!..
   - ¡¡Amén maestro y guía!!- Respondieron los otros.
Su carne, prosiguió el comandante Spencer. Nuestra carne será la vida que necesitamos para enfrentar esta maldita pandemia mundial. Hizo un reverencial silencio y sacó siete palitos chinos. Y los revolvió con las dos manos y los expuso a sus contertulios.
   Jairo, el segundo comandante tomó la primera. Hubo tensión y silencio. Era larga. Pudo respirar aliviado.
   Facundo el cocinero tomó la segunda. Hubo silencio. Era larga.
   Javiera la enfermera sacó la tercera, el sudor le corría por la frente. Era larga.
   Francisca la psicóloga tomó la cuarta. Era larga.
   Kabir el profesor tomó el quinta palo chino...
   Era corto. La suerte estaba echada y no había mucho mas que hacer.
  Efraín el eléctrico tomó suavemente el brazo de Kabir, el elegido. Ahora sería llevado al cuarto de sacrificio y sería ofrendado en pos de la humanidad. Su carne sería el sustento para tres o cuatro meses mas de ese encierro. Kabir era un hombre joven, contaba con 35 años y ascendencia hindú. No opuso resistencia y se dejó llevar por el pasillo del consuelo. Atrás las mujeres y hombres comenzaron a llorar y a agradecer por el alimento entregado. Caminaban en fila. El comandante Spencer a la cabeza, Kabir atrás y luego todos los demás que ponían sus manos enguantadas en los hombros del ciervo bendecido. Cuando llegaron al cuarto de sacrificio fue despojado de su overol blanco, guantes, mascarilla y quedo solo en calzoncillos y calcetines. Lo ataron de pies y manos y lo colgaron a un gancho afianzado al techo. Cada uno de los integrantes del refugio sacó su cuchillo matarife y dio una estocada certera al cuerpo de Kabir.
   Cada cuchillada era un doloroso ruido chillón. Un choque de fierros sonó en la mente de la victima. Un martillazo, una caida estrepitosa, un hueso que se quiebra, una nota horriblemente desafinada, una explosión inadvertida...
   Solo un dolor rojo sangrante aparecía en la mente de Kabir. Un fuerte sonido doloroso.
   Todos clavaron en puntos estratégicos.
   La victima debía morir asustado y con dolor. Su carne sabría mejor. Mas dulce quizás y prolongaba un tiempo la vida y la piel.
   Kabir solo se dejó llevar, se dejó llevar al dolor y a la preocupación. A los problemas de vivir. Y solo se dejó morir. Que su corazón se detuviera. Obvió, lo que suplicaba su ego.
   Su ser.
   Su carne.
   Su vida.
   Kabir solo se dejo ir.
   Allá. A un punto oscuro de la otra dimensión.
   La oscuridad del sueño.
   Quizas soñaría cosas bellas. Quizas soñaria con un mundo mejor. Playa, bosque, amor, cariño.
   Reir con alguien.
  Cosas tontas que le dan valor al vivir.
  Y así se fue apagando y de a poco se fue.
  Murió.
   Dejó ésta dimensión.
   "Murió todo lo que fue o podría haber sido un hombre. Una persona. Un ser vivo."
   Ojala haya un cielo donde lo recibieran...
   Tres días después. El comandante Spencer adobaba la carne para un asado. Unas carnecitas humeante. Hoy habría asado. Mañana cazuela. Después arroz con carne. Y así...
   Carne para tres meses.
   Y el cable del router seguiría desenchufado.
   Estaban desconectados en un mundo conectado.